jueves, 28 de abril de 2011

Los movimientos migratorios en España


En España, las migraciones interiores y exteriores han sido un hecho decisivo que sigue condicionando muchas características actuales de la población. A ellas se suma, desde la década de 1990, una creciente inmigración extranjera.

Las migraciones exteriores, son los movimientos fuera de las fronteras del propio país. Desde mediados del siglo XIX hasta la crisis económica de 1975. España fue un país de emigrantes cuyo destino tradicional se encontraba en África (siglo XIX), en ultramar (principalmente Iberoamérica, en la mitad de  s. XX) y en Europa occidental (entre 1960 y 1970). La finalización de la Segunda Guerra Mundial y el período de reconstrucción que se inicia en los países contendientes, marcará una nueva fase en la emigración de españoles a Europa. La necesidad de mano de obra en países como Francia, Alemania o Suiza, junto con el excedente demográfico y las deficientes condiciones económicas y sociales reinantes en España, fueron los factores que impulsaron las nuevas oleadas de emigrantes hacia Europa.
Desde 1974, la salida de emigrantes se hace mucho más débil lo que motivará que el balance migratorio a partir de entonces sea negativo o escasamente positivo.

Las migraciones interiores, son los desplazamientos de personas entre las distintas provincias y regiones de España, desde las áreas rurales a las urbanas, es uno de los fenómenos geodemográficos de mayor importancia de los últimos tiempos.
El proceso de industrialización y urbanización será el causante de las migraciones interiores, que se desarrolla en España con toda su intensidad entre los años 1960 y 1970.
Las provincias más beneficiadas por la afluencia de emigrantes fueron Madrid, Barcelona y Valencia, a las que siguieron Vizcaya, Girona, Tarragona, Alicante y Sevilla, las regiones generadoras de emigrantes fueron Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía oriental. Las repercusiones de las migraciones interiores se dejan sentir especialmente en los planos demográfico, social y económico.
Globalmente, las migraciones interiores han sido las causantes de fuertes desequilibrios en la distribución de la población; en consecuencia, han propiciado la aparición de zonas de fuerte concentración poblacional frente a la desertización demográfica de otras.

Finalmente está la inmigración de extranjeros en España. España ha pasado a ser un país de inmigración. Se tienen datos de la inmigración de carácter legal, pero se desconoce la inmigración irregular o ilegal en su auténtica dimensión.
Durante los últimos treinta años, los extranjeros residentes legalmente en España han pasado de 65000 a 400000. Entre 1989 y 1998, el crecimiento ha sido muy rápido, aunque apenas presenta el 1%  de la población total española, porcentaje inferior al de otros países de la UE.
El colectivo de extranjeros residentes en España admite una gran variedad de situaciones: Extranjeros nacionalizados,  trabajadores.(los países de origen de estos inmigrados son el norte de África, Latinoamérica, Asia, Europa no comunitaria), estudiantes y refugiados (España no se ve especialmente presionada por el problema de los refugiados).
También están los inmigrantes ilegales. Se define como inmigrante ilegal a todo extranjero que no tienen en regla su situación de residencia en España.  Legalmente, no pueden  trabajar, residir o recibir prestaciones sociales.
El número de extranjeros en situación irregular es difícil de precisar. Este colectivo está compuesto por personas jóvenes, de sexo mayoritariamente masculino, que se emplean en trabajos como la agricultura, la construcción, el servicio doméstico, la hostelería y la venta ambulante. Proceden de países como Marruecos, Argentina, Perú y Senegal, y se asientan en Madrid y Barcelona, principalmente. La pobreza, la carencia de vivienda, la falta de educación y de formación, y la marginación son algunas de las características que definen a este colectivo.

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